"Una mujer con imaginación es una mujer que no sólo
sabe proyectar la vida de una familia, la de una sociedad,
sino también el futuro de un milenio.”
Rigoberta Menchú. Líder indígena guatemalteca.
“Algunas mujeres, en algunas sociedades,
no saben que tienen
derechos, saben que son rechazadas,
sin saber que tienen el derecho a no ser
discriminadas.”
Malala. Activista paquistaní.
Hace muchos años, aquí en Guadalajara, ahí donde ahora es la
Biblioteca del Campus del Tec de Monterrey, estuvo la Premio Nobel de la Paz (1992), Rigoberta
Menchú; esta tarde, en Campus Santa Fe, la Premio Nobel de la Paz (2014) más
joven en recibirlo ha estado presente: Malala Yousafzai.
Físicamente es una persona menuda, de rostro serio, enormes
ojos, real… sin photoshop, mostrando los rastros del artero ataque (2012) que
sufrió sólo por ser mujer, querer estudiar y no apagar su voz. Mesurada y
discreta en sus movimientos con una presencia muy particular resaltada por el
manto que cubre su cabello, esta vez de un bello color amarillo, con
frecuencia, durante la presentación, resbala traviesamente dejando ver el
cabello de la joven.
Inicia su conversación diciendo “los amo”. ¿Qué pensará
después de tanta floritura alrededor de ella? La moderadora, con un guión ya definido
para marcar las ideas sobre las cuales hablará Malala, no siempre pudo
aprovechar el hilo de las ideas expresadas por la Premio Nobel de la Paz.
La joven mujer en la que se ha convertido Malala ha
comenzado a hablar con una seguridad y una determinación que denotan la
claridad de su causa: defensa de los derechos civiles, especialmente los
derechos de las mujeres y el derecho a la educación. Habla tan rápido que el
traductor de señas, corre, corre en seguir la conversación en su lenguaje.
Conforme responde preguntas del guión, cuenta su historia, habla de su causa,
se expresa con respeto profundo de su padre Ziauddin Yousafzai; se crece, se
convierte en una dama digna que sigue luchando por educación, por respeto, por
libertad, por paz.
Se refiere a las terribles condiciones provocadas en contra
de las mujeres por la presencia del talibán en Paquistán, su país de origen. La
voz joven que se escuchó en las Naciones Unidas cuando tenía 16 años -aguda e
incluso quebrada-, ahora ya no es la de una niña, su voz es potente, segura,
clara. Sus palabras directas, francas y corteses a la vez. No se muestra desde
el odio, ¡por el contrario! lo hace desde la convicción de lo que se puede
lograr a través de la paz.
Malala menciona que ha elegido estudiar en Oxford afirmando
que es el tipo de educación a la que todas las personas, en especial las
mujeres, deben poder acceder. La joven Nobel de la Paz se refiere a la importancia de la
presencia, en la vida política de un país, de los jóvenes haciendo oír sus
voces, expresando sus puntos de vista, defendiendo lo correcto. Tiene la
convicción -como muchos otros/as- de que la participación activa es clave. “Los
jóvenes pueden hacer cambios importantes, los jóvenes en México PUEDEN HACERLO.”
Malala agradece, siempre agradece. No se queja por ejemplo
del desvío de su vuelo por a causa de las tormentas. Expresa admiración por la
belleza, en este caso, de las playas de Cancún, destino al que fue redirigido
su vuelo. Todo es una oportunidad. Son experiencias, son posibilidades.
Fuerte y claro señala “los talibanes tienen miedo de mi voz,
la voz de todos es importante para provocar cambios importantes en la vida”.
Por otro lado, Malala se refiere a los cambios enormes que
se han producido de diez años para acá y la manera como impactan, por ejemplo,
los adelantos tecnológicos en las oportunidades para educar, para aprender.
Permiten tener sueños.
En el horizonte próximo de Malala, lo que sigue es iniciar sus
estudios universitarios en la que es considerada la mejor universidad del
mundo, Oxford; trabajar por la Fundación Malala, seguir luchando por los
derechos de los niños y las niñas, por las mujeres con el fin de generar
mejores condiciones a través de la educación. La educación empodera, construye
posibilidades.
Esta joven mujer se sabe líder, y usa su palabra para
generar cambios; lo mismo habla con líderes políticos que religiosos, va a
donde tenga que ir para lograr mejores condiciones de mujeres y niñas en
condiciones de vulnerabilidad. Su causa de vida es empoderar a niños y mujeres
para mejorar al mundo.
Ella es agente de cambio, lo sabe y su palabra toca, cala,
penetra. “El mundo puede cambiar, seas hombre, mujer, niña. Los roles
profesionales son de todos. Lo importante para mí es dejar mi mensaje, dejar mi
corazón". Sin temor y ante cualquier líder. Cuando habla de su causa, no se
permite estar nerviosa ante nadie.
Malala no se intimida, no se "infla", simplemente se muestra como es y nos deja con una sensación positiva, de esperanza, de saber que las causas comprometen y valen la pena de ser defendidas.
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