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viernes, 5 de octubre de 2018

Paz, justicia... ¿horizontes posibles?

No siempre podemos hacer grandes cosas, 
pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor.
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Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla.

Madre Teresa

Cada actividad que realizamos, soy una convencida de que no llega antes, ni después... llega cuando es necesario que llegue a nuestras vidas y así entender, aprender y en lo posible, actuar.

Como ITARTI diseño, trabajo y vivo en la casa-taller haciendo lo que más amo a mi paso, a mi tiempo. Como docente, imparto cuatro cursos y ellos me llevan a estar en lugares y actividades, muchas veces no imaginadas.

La semana pasada y ésta, ITARTI debió esperar su ritmo habitual pues realizamos una Biblioteca Humana que demandó planeación, tiempo, disposición; ha sido toda una experiencia de aprendizaje y crecimiento para quienes participamos. Hay tantas historias que contar, hay tanto que escuchar, hay tanto que entender y respetar. Nuestra Biblioteca fue un ejercicio de solidaridad, sorodidad, empatía y respeto.

Una vez más el privilegio de ser profesora se refrendó con amplitud, qué placer ver a un grupo de jóvenes que trabajaron en equipo, que escucharon personalmente, que conversaron, que entendieron que el mundo es mucho más amplio y diverso de la realidad que viven día a día. Ver a jóvenes que ahora entienden, si no todos(as), la mayoría, que hay que luchar por un mundo mejor, de un futuro compartido como sociedad en el que la inclusión es impostergable.

Nuestros libros humanos hablaron de los prejuicios, los estereotipos o la discriminación de la cuál han sido objeto por ser personas con discapacidad física, deprimidas, estigmatizadas por ser mujeres o por pertenecer a la comunidad LGTB; cada libro nos enseñó que somos iguales y diferentes a la vez y que eso nos permite crecer como personas y luchar por la visibilización de tantos seres ocultos, silenciados, ignorados por la sociedad.

El foro
Por otro lado, el pasado miércoles, asistí como moderadora al Foro por la Paz y el Desarrollo. La sesión de preparación fue la tarde del sábado. Fue una mañana de muchas emociones y sentimientos encontrados. No puedo articular muchos de los pensamientos que rondan en mi cabeza, sólo sé que me siento muy cansada, que mi energía escapó y, que al mismo tiempo mi visión del mundo y la vida misma cambió por las personas que escuché, por lo que observé, por la oportunidad de compartir la escucha y el habla, por la esperanza que ojalá no se pierda, por la luz de posibilidades que van surgiendo de la sociedad, de esa sociedad buena, trabajadora, deseosa y comprometida para reconstruir este amado país hecho añicos por tantas personas que se han sentido con el derecho de violentar la dignidad y la integridad de tantas personas, familia también rotas.

No sé dónde acomodar en mi mente y en mi corazón haber podido observar con calma a dos mujeres, madres de desaparecidas, vi tanto dolor, tanta impotencia, tanta rabia producto de tragedias individuales y colectivas sin reparación, sin posibilidad hasta el momento de continuar la vida a pesar de heridas tan profundas, tan vivas.

Descubrí, que así como con muchas otras situaciones, por ejemplo, la discapacidad, miramos a otro lado, no sabemos qué hacer, no sabemos qué decir, no sabemos cómo reaccionar, no sabemos cómo acompañar. Tantas personas somos tan incompetentes en este sentido que me ahogo, que tengo que reacomodar  prioridades, causas, razones y sin razones.

¿Dónde, entonces, está nuestra FRONTERA MORAL, nuestra ALTURA MORAL? Cómo significamos la violencia, la paz? ¿Dónde nuestra construcción ética individual y comunitaria. ¿Dónde quedan nuestras causas declaradas? ¿Dónde quedan el respeto, la responsabilidad, el compromiso? Trabajemos, asumamos causas, actuemos, nos necesitamos, dejemos de negarnos unas(os) a las(os) otros(as), seamos personas en toda la extensión de nuestra civilidad, de lo que persona es capaz de aportar para bien. Luchemos por reconciliarnos, primero con nosotros(as) y luego ampliemos los horizontes, paso a paso, poco a poco sin claudicar.

Gracias a quien lea este escrito, gracias por acompañarme.